viernes, 30 de diciembre de 2016

La muerte de la Navidad

Existen dos actitudes fundamentales ante la Navidad:

  • Por un lado están aquellos que se tiñen hasta las pestañas del espíritu navideño.
  • Por otro lado estamos los Grinch - como despectivamente nos denominan-. Aquellos que detestamos estas fechas porque de algún modo sabemos que van a ser días duros, de introspección, de recuerdos. Días en los que - más que nunca - aterriza en tu conciencia ese implacable sentimiento de soledad.


Claro que luego están los pasotas, escépticos, etc. pero estos no cuentan a la hora de establecer perfiles ya que la época del año no afecta a su comportamiento.


Estas Navidades debo reconocer que han sido quizá de las más duras que he tenido a lo largo de mis años y no lo puedo atribuir a nadie, ni a las circunstancias - todo lo contrario -, sino a ese sentimiento profundo que surge cuando te das cuenta de la soledad del ser. Algo que se evidencia en la Navidad: para unos la unión familiar, las celebraciones de empresa, la fiestas con amigos... para otros la soledad. 



Y es que en Navidad, realmente, no puedes contar con nadie, no nos engañemos. Es una época donde la familia tiene que estar unida - aunque se odien a muerte - y donde hay celebrar con los jefes o equipo, porque toca.  Y donde todos tenemos buenas intenciones que a la hora de la verdad se frustran.

Pero qué ocurre cuando de cada vez más falta gente de tu familia. ¿Qué ocurre si en esa mesa de Navidad la familia se reduce a 3?  ¿qué ocurre si encima eres autónoma y no tienes cena de empresa? ¿qué ocurre con la gente que se separa y debe compartir a los niños en estas fechas - que de cada vez somos más -?
Es evidente: emerge un sentimiento devastador de soledad. Una soledad que se tiñe de añoranza por las sillas vacías que rodean la mesa. Y que - pese a sentirnos bien y unidos en familia -, nos muestra una devastadora y cruda realidad.

¡Pero ay! no seas negativa, mujer. Con lo bonito que es el espíritu navideño - dicen los forofos en cuanto amenzasa su querida Navidad -. Si todos somos más generosos y mejores personas en Navidad. Además, es tiempo de recordar, tiempo de sentir como eran las Navidades de nuestra infancia. Es tiempo de felicitar.

Felicitar la Navidad, jajajajaja. Esa es otra de las buenas. Yo creo que cada vez que respondo a un whatsapp de estos de felicitación navideña crujo los dientes por lo frío y falso que lo siento. Felicitar... ¿la Navidad? ¿qué exactamente? ¿que tengo días de vacaciones pero no puedo ir a la playa? ¿que tengo que comprar regalos porque luego en el colegio los niños hacen competiciones de "quién da más"? Y si no siento ese espíritu navideño ¿también debo decir "Feliz Navidad"? 
Lo siento, me cuesta ser hipócrita, aunque sigo el juego porque si no te llaman friki, rara, amargada... así, etiquetando tu actitud sin pensar nada... tan fácil, sin entender nada de ti.



Y cada vez que recibo un whatsapp añoro esas pequeñas postales que recibía - entonces con ilusión - en el buzón de casa o que nos intercambiábamos con mis amigos en el colegio. Creo que aún las guardo. Eso sí era Navidad. Eso era calor humano: escritas a mano, para ti... y no reenviadas masivamente a toda mi lista de contactos.

En el fondo... hasta llego a pensar que me gustaba la Navidad, cuando no era fria, cuando no sentía la devastadora soledad, cuando no era consciente de la maquinaria comercial en la que nos vemos inmersos. Tercer terrible aspecto que está asesinando al espíritu navideño: las compras compulsivas.

Tenemos que comprar para cumplir. Ya no regalamos sueños, ya ni sabemos cuáles son los sueños de nadie. Estamos saturados. Hasta los niños están saturados. Los míos, cuando ven Boing - o los anuncios de Boing - se tiran todo el rato diciendo: "¿¿me comprarás esto, me comprarás lo otro...??" Me lo piden absolutamente todo porque ya no quieren nada concreto. Porque no les ilusiona nada en especial. Porque el materialismo y la saturación les ha aplastado el juicio.

Pero tienes que elegir, comprar uno o dos de los quinientos objetos inútiles que te han pedido. Así, con este espíritu navideño hice la intentona de ir a comprar un regalo para los Reyes en un centro de estos masivo. Me bloqueé. No sabía dónde mirar. Estímulos, estímulos... gente, ruido, codazos, prisas...Obligación. Presión. Y me dije: ¡basta! No voy a hacer un regalo fruto del estrés. No voy a hacer un regalo estúpido que acumule polvo. Un regalo innecesario.


En el fondo estamos ante la pérdida del sentido original del regalo. Un regalo de Navidad era algo que hacía ilusión, y durante mucho tiempo también era algo fruto de la necesidad. Y ahora ¿qué es? ¿en qué se ha convertido? En algo puramente material. Ya no hay apenas nada de magia... hay saturación, obligación, materialismo... Hemos asesinado la ilusión de los regalos de Navidad.

¿Qué nos queda por repasar del tan famoso espíritu navideño? Ah bueno, que debes estar feliz, claro. No me seas una amargada como el señor Scrooge o el Grinch... personajes que se han creado para defender a capa y espada el espíritu Navideño... 
Pero... ¿qué espíritu, señores? ¿qué espíritu Navideño si no queda nada? ¿o acaso la gente sabe que está celebrando en nacimiento de Cristo? Porque con tanto mix de tradiciones muchas consideran que lo que celebran es el nacimiento de Papá Noel... no nos engañemos.




Y vuelta a esa soledad. Esa terrible sensación de que cada año que pasa avanzamos hacia esa silla vacía. 

Puede que a fin de cuentas de la Navidad -y el fin de año - sólo quede el ejercicio obligado de reflexionar, ya que hemos erradicado el resto de atributos originales. En tal caso, si sirve para reflexionar, mi reflexión no hace sino avivar este mismo sentimiento porque... ¡cuánta falta de empatía hay en esta sociedad! ¡cuánto egoísmo! Caminamos hacia esa frialdad de los whatsapps de manera imparable. Me da pavor y me hace sentir aún más esa soledad. Ese sentirme dentro del tejido social pero en soledad, porque cada uno va a la suya. Y así parece que debes actuar, para no esperar nada de nadie, ni de ti misma.

La Navidad - tal y como yo la recordaba - ha muerto. La Navidad que hoy vivo es pura fachada de la que no puedo escapar porque está ahí, mire por donde mire, para recordarme que es un monstruo del que no hay escapatoria.

Y somos muchos los que pensamos así y yo me pregunto: en un mundo con tantas alternativas.... ¿a nadie se le ha ocurrido crear un REFUGIO ANTI-NAVIDAD? porque yo me apuntaría. De hecho cada año digo que al año siguiente me voy a alguna isla donde haga calor durante esa etapa de Navidad en la que ni tengo a mis niños... 



Voy a empezar a ahorrar para el año siguiente... Con gran deseo de vivir sola ese momento pero nunca, nunca, nunca más sentir esa devastadora soledad.


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