jueves, 31 de diciembre de 2015

El verdadero arte de regalar

Foto de un catálogo de Versace. Una imagen que
tenía en la cabecera de mi cama, que me daba fuerza
y que perdí en mis
traslados pero que hace poco recuperé, sin buscar. Un regalo para mí.

"Deja ir aquello que se ha ido.
Deja ir aquello que se perdió.
Deja ir aquello que aún no está pasando.
Lo que sucedió en el pasado y lo que sucederá en el futuro,
sólo existe en tu mente (...)
Deja en paz aquello que no ha llegado aún.
No desees nada, y abraza todo"

YOGI AMRIT DESAI


Me encuentro haciendo una breve reflexión involuntaria en esta época de cierre simbólico.
La Navidad, el Fin de Año y el propio invierno como etapa en la que la naturaleza se sumerge y entra en un lento letargo. Donde mueren las hojas y los árboles se quedan desnudos, con ramas solitarias.

Y por otro lado son unos días de frenética intensidad y actividad social, familiar. Días en los que las tiendas están "a tope", donde las luces no descansan ni de noche, donde la comida y los dulces inundan mesas, neveras y, tristemente, bolsas de la basura.

Son días de opulencia.... días de excesos... o incluso días de sacrificios. 


Son días en los que, además, cobra un rol importante el "regalar". 
Y es cuando pienso en  "regalos" que me doy cuenta de que cada vez necesito menos "cosas". O quizá no es esa la cuestión, es más que no siento ese "deseo" por un objeto (jersey, pantalón, pendientes...) como igual lo sentía hace 10 años. No es que no me gusten los regalos. Es que el significado del regalo ha cambiado para mí... y para mucha otra gente con la que hablo.


Pensemos en la diferencia que existe entre la cara de un niño y la cara de un adulto al recibir un regalo:
- Un niño tiene la ilusión del regalo. No entiende de las presiones, de las prisas, del agobio económico...
- Un adulto se ve presionado por la obligación de regalar tantas veces que ha perdido la espontaneidad en el regalo. Ha perdido la belleza del regalo. Ha dejado muy atrás la magia de la emoción que envuelve dichos regalos.

Leí hace poso esa preciosa frase de que "el verdadero regalo son las manos que lo dan". Gran insight. Y... ¿a quién no le ha pasado? Recibir un regalo sorpresa de una amiga y ser tan grande la emoción, la sorpresa que a veces tardas en abrir el paquete... porque en el fondo es lo que menos importa. Lo más importante es que alguien te haya tenido en cuenta, que haya pensado en tí, que haya querido demostrarte su cariño con un "gesto"... Y es un simple gesto muchas veces. Es algo muy fácil y sencillo. Sólo hay que pensar.

Sin embargo -y más en estas épocas donde el regalo es una obligación social y moral - el regalar se vive con presión. Muchas veces como un acto cuantitativo (cuantos más regalos mejor, cuanto más grande la caja mejor, cuanto más me he gastado más quiero a la persona...).  

Y encima, llegamos a tal punto que "no sabemos qué regalar porque tiene de todo". Decidme, ¿cuántas veces no habéis dicho u oído esta frase? Y guarda un tremendo aprendizaje, guarda un enorme significado:
  • Por un lado estamos asociando al regalo con "algo que no se debe de tener". Por tanto algo que cubre una carencia.
  • Por otro lado se pone de manifiesto un punto de saturación "tenerlo todo", con lo cual la parte de "sorpresa" del regalo se pierde o puede incluso crear frustraciones (si ya está repetido).
En este sentido se oyen ya muchas voces que tratan de reducir los regalos a los niños. Niños que se vuelven consentidos, niños que ya no valoran el regalo sino la cantidad. Niños a los que les preguntas qué les han regalado los Reyes y no saben ni responder... porque ni siquiera se acuerdan de todo.

Saturación. Saturación de estímulos en los anuncios, en los catálogos de juguetes que parecen verdaderas biblias. Saturación que tiene como posibles consecuencias el bloqueo o la simplificación: volver a lo básico... Aunque, ¿dónde quedó lo básico? 

Cuanto más pienso, más siento que hemos perdido el norte. Hemos perdido el significado emocional del regalo y nos hemos quedado con el significado social: ese "objeto" que expresa la reciprocidad, ese "objeto" que "debe estar" para "mostrar" interés en la relación afectiva con la otra persona.
Ese "objeto" que se acumula en montañas olvidadas en un rincón del hogar, acumulando polvo en numerosas ocasiones.... Esos objetos que sólo cuando hacemos una mudanza volvemos a ver y es entonces cuando pensamos: "¿para qué quería yo esto?"; sin saber qué responder.

En este sentido también empiezan a o irse voces de la idea del "desprenderse".

Desprenderse...  Liberarse... Dejar ir...  Son palabras que resuenan como el eco en las redes sociales, son teorías que han dado lugar a libros como el de la japonesa Marie Kondo "The Life-Changing Magic of Tidying Up", en numerosas charlas de pedagogía para afrontar la falta de interés de los niños en las clases (debido a la saturación de estímulos a la que se ven expuestos).



Desprenderse no sólo de objetos inútiles que regalamos o nos regalan. "Desprenderse" como tendencia holística dentro de un mundo saturado de objetos materiales, nuevos o versionados.

Desprenderse para, sólo así, poder entender el "encanto natural" de lo simple, de lo espontáneo, de que el mejor regalo no es el planificado, el obligado... sino el que sale del "alma".

Y llegado a este punto no puedo sino hacer mención a una amiga o compañera de viaje que hace una incalculable labor en este terreno. Hace poco, hablando con ella, me di cuenta de todo esto que estoy escribiendo. Entendí que cuando llegamos a una edad donde hemos dejado atrás la inocencia, el mejor regalo es "ese recuerdo" que igual luego se materializa en un objeto, pero donde el objeto es lo anecdótico.

Olabautyu crea experiencias memorables... ¿qué mejor regalo que una emoción? ¿qué mejor regalo que una historia donde la persona homenajeada es la protagonista? Sin importar cuándo, sin importar qué objeto sea el regalo que guíe la historia... porque precisamente el protagonista debe ser la persona y no el objeto. Ese es el cambio de perspectiva al que me gustaría que llegáramos.

Sólo hay que oír a las personas que queremos. Sólo tenemos que escuchar sus historias. Por ejemplo, esas "botas de agua" que siempre quisiste tener de pequeña, "ese Scalextric" que no te compraron porque eras una niña... El objeto es la excusa, es el símbolo. La historia, la emoción, la palabra, el gesto, el tiempo invertido... ese es el verdadero regalo.

Lydia es capaz de recrear esa magia. Es capaz de ayudarnos a "regalar" mejor. A "regalar" emociones. Y es sólo un ejemplo que  espero que abra tendencia para que nos volvamos más humanos, menos fríos... Y para que entendamos que la magia existe. De igual modo que existen las cosquillas, las lágrimas y las risas.



Feliz 2016.
Happy Today

Otro regalo que guardo y que encontramos por casualidad:
un papel en el que mi abuela había escrito mi número de Madrid
al lado de mi nombre... Lo recorté y ahora me acompaña
siempre en mi cartera... Uno de mis mayores tesoros