martes, 25 de agosto de 2015

Y colorín colorado... este cuento se ha modificado



"Eres tú el príncipe azul que yo soñé... Eres tú, tus ojos me vieron con ternuras de amor..."

Así decía la canción de "La Bella durmiente". Una canción que seguro muchas personas recordamos.

De acuerdo, quizá los niños de esta generación ya no crecen con estas historias de amor a primera vista, ni con príncipes azules...

Pero eso... ¿no es "culpa" nuestra?
Somos nosotros los que tratamos de luchar y desterrar de los confines de nuestro cerebro a ese príncipe azul que se implantó una vez en un sueño... Ay perdón, no. Una vez cuando éramos niñas.

La Bella Durmiente, La Cenicienta, Blancanieves, Rapunzel, La Sirenita... todas las protagonistas de esos cuentos que leímos de pequeños tenían unos ingredientes básicos: bellas mujeres pero con una terrible mala suerte hasta el momento ya que los celos o la envidia habían hecho que su presente fuera un infierno. Pero todas, absolutamente todas iban a tener un final feliz porque venía su príncipe azul y las salvaba de su terrible vida llena de injusticias. Y al final lo celebraban... ¿comiendo perdices? ¡Ay Dios! eso nunca lo entendí. Yo es que soy más de celebrar con un pastel y una copa de cava, pero bueno, sobre gustos...



Estos cuentos, aparentemente inofensivos, guardan un enorme simbolismo, un gran dictado de lo "óptimo" e ideal. Tanto de cómo tiene que ser una mujer (guapa, fina, educada, sencilla pese a tener grandes talentos y dotes, con una voz exquisita, buen gusto ...) y un hombre (más alto, apuesto, atrevido, valiente, fuerte, de mejor posición social, etc.).

Asimismo hay aprendizajes clave: las princesas (o futuras princesas) no deben ser díscolas. Se deben a su hombre. Punto. Lo conocen y "es él". Es el amor verdadero. Así de simple. Ellos igualmente lo tienen muy claro: aunque hay miles y miles de mujeres a su alrededor, sólo tienen ojos para su princesa. Y da igual el impedimento que haya por medio porque el amor lo salva todo.

Hay muchos y muchos más mensajes... pero ya hay literatura dedicada a esto. Mi reflexión es otra.

Nosotros crecimos de algún modo con todo ese imaginario. Con sus pros y sus contras. Con sus exigentes ideales y sus alentadoras esperanzas de que "todo llegará".

Sin embargo, desde hace ya muchos años que venimos por un lado desmitificando al príncipe - sí, somos las mujeres, los hombres aún no han matado del todo a las princesas, quizá sigan jugando con sus coches -. Y por otro recuperando la magia de los cuentos... Y no es una contradicción. Yo lo interpreto como un reflejo de una frustración generada por el modelo a seguir: la imposibilidad de conquistar al príncipe azul. La imposibilidad de  - primero encontrar y luego -"enamorar locamente" a ese hombre maravilloso, detallista, caballeroso, fuerte, guapo, siempre con un peinado exquisito, con dinero, poder... Y, por supuesto, la dificultad de celebrarlo comiendo perdices... Jajajaja. Perdón, un poco de humor, que me ponía ya muy seria.

Y es que las princesas siempre formarán parte de nosotras. Para amarlas o rechazarlas, pero siempre están ahí como modelo de referencia.

Justo hoy volvía a ver por Facebook la ya famosa frase de:



¿Nos gustan los malotes? No sé. A mí me huele a despecho o a desencanto. Aunque no le falte razón a la frase.

Por otro lado el tema de los cuentos de hadas y princesas sigue siendo algo recurrente. Ya en 2006, cuando trabajaba en Research International (actual TNS) y empecé con la revista "inTrends" de tendencias, habíamos recogido ejemplos de campañas publicitarias basadas en los cuentos de hadas. Numerosas campañas. En diferentes sectores.

Hoy en día estamos de nuevo ante un revival de los clásicos. Con moralejas adaptadas a los tiempos o cambiadas, ironizadas o reformuladas. Pero desde un seguimiento bastante fiel al argumento e imaginario.

El blog de publicidad y fotografía de  Jessica García Tirado me lo ha puesto muy fácil a la hora de recopilar algunas de las múltiples imágenes que reflejan esta tendencia.









Y en el cine encontramos que los antiguos clásicos se reformulan para dar lugar a películas con tramas y argumentos actualizados pero siempre retomando una clara identidad visual, así como un evidente paralelismo con los cuentos originales.






¿Qué quiero decir con esto? ¿A dónde voy a parar?

Yo misma no lo tengo claro. Hace años, cuando empecé a reflexionar sobre el tema pensaba que simplemente necesitábamos un refugio emocional y que conectar con los cuentos de nuestra infancia nos aportaban ese punto de magia que la rutina o el ritmo frenético nos roba.

Pero hoy en día estos cuentos se retoman en clave adulta para ironizar o modificar roles clásicos: el príncipe no es tan ideal porque engaña a Cenicienta con la mujer del panadero, el cazador no es alguien sin sentimientos sino un ser atormentado y con sus problemas, Caperucita no es tan ingenua, el lobo tiene su atractivo y un largo etc.

Quizá lo relevante está en la pregunta o preguntas:
  • ¿Por qué necesitamos hoy en día modificar el cuento? 
  • ¿Por qué, simplemente, no lo dejamos como está escrito y buscamos nuevas historias? 
  • ¿Por qué existe esa inercia a meterse con el pobre príncipe azul? Por mucho que sepamos que no existe, ¿por qué esa necesidad de recordar su inexistencia? 
  • Y de pronto, ¿por qué rescatamos al lobo? Ese lobo feroz, que sí... será un ser fuerte, machote... un tipo duro... Pero recordemos que el origen del lobo se basaba en el "violador"
  • ¿Por qué necesitamos quitarle "magia" a estos cuentos? Si sólo eran cuentos... no debíamos haberlos creído a pies juntillas...


Son preguntas y más preguntas que cada uno pueda responder a su manera. Porque no pienso dar una respuesta ya que no la tengo. Ni siquiera mi opinión (aunque igual se intuye). Voy a hacer como los cuentos y a terminar la historia en un "vivieron felices y comieron ¡tarta de chocolate!" 

De todos modos, lo que vino después de la boda...¡¡¡nunca se supo!!! ¿O sí?




Fotos recogidas del blog de Jessica García Tirado



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