martes, 19 de septiembre de 2017

¿Es el selfie la evolución del autorretrato? ¿O la revolución del ego?



Hace un tiempo me contaba una amiga que una pareja de cierta edad le pidieron si - por favor - les podía hacer un selfie. Mi amiga, a la que no le falta el sentido del humor, les contestó: "yo se lo hago, pero tendría que salir yo en la foto".

Esto sólo demuestra el elevado grado de popularización del término "selfie", por encima de su estricta definición.

La revolución del selfie tal y como se vive actualmente nace de la mano con el creciente uso de redes sociales, Facebook, Flickr o Instagram son piezas fundamentales en esta historia. El retoque digital, por su parte, ha sido el elemento que ha favorecido que todos queramos participar, aportándonos una cierta seguridad al acercarnos a esa perfección buscada, esa falsa perfección promovida por las portadas de revistas.

Hasta los más críticos se hacen selfies. Igual no se han comprado el "palo" pero sí que han recurrido a este tipo de autorretrato para "colonizar" ese lugar al que han llegado, para "expresar" esa experiencia que están viviendo o para "mostrar" cualquier cosa que están haciendo. Porque cualquier tema puede ser válido en un selfie, desde reencontrarse con amigos, hasta comerse un cacahuete.

Pero ya sabemos que en esta sociedad global y masiva lo "normal", lo que "todo el mundo hace" se vive con cierto aire despectivo (al mismo tiempo en el que se participa de dicha normalidad, ahí está la paradoja). Así que "lo que hace todo el mundo" se considera un típico- tópico aburrido del que muchos buscan escapar con estrategias que nos alejen de este sentimiento de "masa", rescatando esa individualidad rebelde que llevamos dentro y que nos hace sentir únicos y especiales.

En este marco empieza a resonar como discurso la idea del autorretrato; un valor que dota de más contenido y suaviza el sesgo superficial del selfie.


Un autorretrato exige un cierto compromiso con uno mismo, exige desnudez moral, mostrar y expresar desde el interior, desde lo que sentimos. Por tanto, usando el concepto de "autorretrato" - aunque desde la práctica del selfie - podemos renovar el significado de éste y elevarlo en términos de "calidad".

Y esto es lo que se recoge desde la campaña de Adolfo Domínguez: "Esto no es un selfie".
Desde la marca tratan de distanciar autorretrato de selfie matizando lo siguiente: “Un autorretrato es una mirada personal hacia el interior. Es saber llegar al alma de uno mismo. Un lenguaje íntimo, sincero, sin adornos. Quizá por eso el autorretrato ha sido uno de los grandes temas del arte“.



Y seguro que este insight conecta con el consumidor porque, ¿quién no desea hacerse un selfie con la "coartada perfecta" para huir de lo banal y superficial? En la práctica lo único que aleja y separa a un selfie de un autorretrato es la motivación de fondo... o la justificación con la que se expone al público.

 Este acercamiento al mundo del autorretrato, paradójicamente desde la intención aparente de alejar ambos conceptos, se convierte en un arma genial para seguir haciéndonos selfies, eso sí... buscando buenos conceptos de fondo para justificar que son imágenes con "alma" y no sólo con "cuerpo".


jueves, 3 de agosto de 2017

Tocata y fuga en "desamor"


3 de agosto... día nublado pero no exento de un asfixiante calor, de esos que te "aplatanan". Ah... y tengo la regla, para fastidiar un poco más.

Abro el ordenador y le doy una vuelta a las novedades del día. Las noticias, como siempre, mejor no verlas para que el gris no se torne en negro profundo. Las redes sociales - gran indicador social - aburridas. Todos los contenidos centrados en temas vacacionales... que si estoy aquí, que si allí pero donde el espectador apenas nota la diferencia entre la arena y mar de un lugar u otro. Eso sí, este verano hemos avanzado algo frente a años anteriores... ya nos atrevemos más, ya se forma parte más presente en el paisaje. Si bien el año pasado sólo "sacábamos" el pie (con uñas bien pintaditas), en éste nos atrevemos más y empezamos a ver más fotos de espaldas que,  en el más arriesgado de los casos, nos deja intuir que las glándulas mamarias respiran en libertad, como un grito salvaje al horizonte acompasado del  "a quién le importa lo que yo haga"de Alaska y Dinarama...  Un cambio del que me alegro enormemente porque los pies me parecen mucho más feos que la figura de una mujer de espaldas... ¡Aquí mi aplauso insonoro por las valientes!


Los términos: "libertad", "respirar", "descansar", "desconectar", "tiempo para mi", "es el momento de vivir",  "de quererme", "de mimarme"... se repiten hasta la saciedad. Y con ellos se pone en evidencia un claro descontento así como una gran  falta de autoestima que se desprende en esta sociedad donde se nos llena la boca (o el Facebook) de frases  del tipo "no me importa lo que piensen de mí", "si no te gusta, no mires"pero estamos adictos a las respuestas y reacciones que vamos a obtener de dichas manifestaciones.

No es de extrañar, por tanto, que la publicidad se nutra de este sentimiento generalizado para conectar o ser cómplice con el consumidor y que muchas marcas animen al consumidor a quererse, a gustarse, a aceptarse, a vivir y a disfrutar:


  •  "Si te gustas, gustas" claim utilizado para la línea masculina de Veet para animarnos a buscar la conexión con uno mismo como clave del éxito... Un éxito no individual, sino que será recompensado por el "otro".





  • "Quiéreteme" claim para la campaña de verano de El Corte Inglés



  • "Vivos vivientes" o "Nos morimos por vivir" de Aquarius, donde la marca pretende contagiar de las ganas o alegría por vivir, valorar el presente, lo que somos, sin más.  


  • "Real Moms" donde Dove brinde un homenaje a las mujeres de carne y hueso (en el rol de madre) y no las photoshopeadas. 



Dove es una de las grandes marcas que ha trabajado el territorio de la autoestima femenina, del quererse tal y como cada una es, huyendo de los estereotipos inalcanzables que sólo generan frustración. Cuenta con grandes piezas que tocan la fibra emocional de las mujeres, que llaman a un despertar colectivo que nos hace ver que el cómo nos sentimos es fundamental para entender cómo nos vemos. Creo que se me nota que soy una gran fan de la labor emocional que está tratando de hacer la marca para ayudarnos a construir una personalidad más fuerte y confiada. Su actividad publicitaria va más allá de la búsqueda de venta, obviamente es un fin, pero trabaja en crear valores constructivos, y sería injusto no dar las gracias por ello.



Y todas lo hemos aplaudido, nos hemos emocionado con sus historias, hemos compartido sus anuncios virales, demostraciones de que el sentirse bella nace de dentro y no de fuera....

Entonces... por qué sigo viendo cada día, en cada esquina, en cada conversación de café, autobús o cola del supermercado manifestaciones del tipo: "me olvido de mí, no me cuido... a partir de ahora pintalabios y rimel cada día para hacer de mi día un día mejor", "hoy he decidido arreglarme para que sea a mí a la que me miren", "hay que quererse y arreglarse"...

¿Hemos entendido algo?

Seguro que luego todas defienden que la belleza es interior, y no sería contradictorio.  Pero, en serio, me vuelvo a preguntar: ¿hemos integrado el aprendizaje? ¿o sólo seguimos cantando la canción de "A quién le importa" para gritar y desahogarnos un rato y después seguir agradando al "otro"?

¿Cómo es que conectamos tanto y de manera tan intensa y emotiva con mensajes tipo Dove (he visto a gente llorando tras ver sus spots)  y luego tenemos que recurrir a accesorios tan externos y superficiales para querernos... ¿En serio? ¿Así es como me tengo que querer yo?

¿Podremos algún día estar felices con nuestras imperfecciones? Si es así, ¿por qué las tengo que maquillar, camuflar, ocultar...?  ¿Por qué no puedo sentirme bien con mis manchas, pecas, ojeras, pelo encrespado, celulitis, barriga, cartucheras, tetas caídas....? ¿¿¿qué me he perdido en el camino??? ....

Por cierto, ¿he hablado de "imperfecciones"? Veo que he caído en la trampa.

Imperfecciones: defecto, deficiencia, incorrección, desperfecto, falla, lunar, borrón, error, deformidad, desacierto, amorfia, avería, granulación, pecado, sombra, tosquedad, deterioro, desproporción.... 

¿Lunar? bella imperfección  la del lunar. A Marilyn Monroe le quedaba bastante bien, por cierto.


Hay "imperfecciones" que, personalmente, me chiflan. Hay aspectos que se entienden como "imperfecciones" que marcan la diferencia. De hecho sería aburridísimo un mundo lleno de gente perfecta y estandarizada bajo los cánones que - en cada contexto /año / lugar - se estipulen como "perfectos".



Además, sabemos perfectamente que la definición de lo "perfecto" - y por tanto lo "imperfecto" - es cultural y asociada a una época y sociedad concreta. El claro ejemplo es que  las mujeres celulíticas de Rubens eran diosas en su momento, mientras que las anoréxicas de hoy son las diosas de nuestra era (shhhhhhhh, no decidlo en voz alta que no es políticamente correcto). 





Y seguimos cayendo en la trampa. Por nuestra boca decimos no participar de ello, pero el subconsciente nos traiciona constantemente.


Mientras tanto, doy gracias a los anunciantes para que sigan construyendo en valores positivos  para las benditas imperfecciones que nos hacen ser diferentes, originales, divertidos y "anómalos"










jueves, 18 de mayo de 2017

Defender la esencia; sólo apto para valientes


Abro Facebook y leo un post de Eva González Mariscal que dice:

"Haz de ti una marca
Potente
Poderosa
De autoridad
Sobresaliente
Reconocida
Visible"

... y siento que tiene razón. Que, desde una dimensión marketiniana, no deja de expresar un deseo de fondo que comparten muchas mujeres hoy en día (permitidme hablar hoy de mujeres, los hombres aún escapan a mi comprensión).

Las redes - como reflejo de la sociedad - están llenas de mensajes de "empoderamiento" hacia la mujer. Citas, talleres, charlas, literatura, conferencias.... instan a la mujer a recuperar su poder, a conectar con su esencia, con su interior e incluso - desde un estilo más mítico- las animan a encontrar "la Diosa que llevan dentro".


Trabajar la seguridad, el interior, descubrir quienes somos en realidad y qué queremos, para no vivir en una constante contradicción entre lo que se siente/ lo que se es y lo que se hace / se muestra. Porque, según muchas voces, son esas contradicciones internas las que nos hacen perder fuerza, poder y seguridad. Son esas contradicciones (o deslealtades hacia una misma) las que dañan nuestra "esencia", que bien podría ser una esencia de marca.

No podemos obviar que toda esta avalancha de mensajes están relacionados con una necesidad profunda que está emergiendo en la sociedad: la necesidad de encontrarse a uno mismo, porque, en el fondo andamos algo perdidos en medio de un proceso de transición  donde muchas mujeres han decidido dejar de aceptar la vida a la que se las había "condenado". Nos habían "entrenado" para ser buenas esposas, buenas amas de casa, buenas madres, buenas "sumisas"... pero nadie nos dijo que ante todo debíamos respetarnos a nosotras mismas, debíamos saber escuchar nuestra voz interior... Y aprender todo esto de mayor no sólo cuesta, sino que requiere desaprender.

Pero este proceso - que algunos llaman "epidemia" - parece ya imparable. Estamos ante una mujer de cada vez más independiente. Una mujer que camina sola por el mundo. Una mujer que está construyendo un nuevo futuro y que cuando empieza a soltar las cadenas de la dependencia, muchas veces, pierde el equilibrio , como aquel que patina por primera vez, .. y es entonces cuando se tiene que "agarrar" a algo,  a lo primero que tiene a mano...que suele ser un cactus que te recuerda que el camino no es fácil, pero tampoco imposible.

Y por eso tanto mensaje. Por eso tanto recordatorio... para que no miremos atrás. Para que soltemos el  maldito cactus que tampoco nos conviene. Para que no lloremos por la "sangre derramada" en ese camino hacia la liberación. Para que no nos culpemos más por ser cómplices de esas heridas y cicatrices. Por muy hipnótico que sea el regocijo en la culpa... el canto de la dulce queja... ese no es el camino. Eso es un callejón sin salida.



Todos esos mensajes cumplen un rol crucial: nos animan a mirar más hacia el interior, entender quienes somos cuando nos liberamos de lo que nos han impuesto o nos han hecho creer... incluso nos ayudan a ser libres de nuestro propio juicio.

Porque una vez nos conozcamos, una vez admitamos nuestros "puntos débiles" con naturalidad, con la misma naturalidad con la que observamos la irregularidad de las nubes, de los árboles, de las flores... Una vez nos perdonemos, una vez entendamos que aunque haya salido "mal" (esto es relativo) lo hicimos todo lo mejor que pudimos... sólo entonces empezaremos a reconectar con nuestro verdadero "yo", con nuestra esencia desnuda. Y en ese punto ya nadie nos podrá dañar, porque entonces sabremos quienes somos, sin excusas, ni máscaras... porque sólo dado ese salto nos aceptaremos y querremos desde una absoluta conciencia. Y sólo ahí podremos ser dignos de nuestra autoridad, sin dejar que nos afecten las críticas y sin echar culpas a los demás - que tampoco lo han podido hacer mejor -.

Hablo de mujeres y hablo de marcas. Es la misma mecánica. Hasta que no descubres cuál es tu esencia, quién eres y quién no. Cómo has de vestirte y cómo no. Qué formatos, packagings, mensajes, símbolos... encajan contigo y cuáles no.
Y una vez sabes quién eres, entonces define cuál es tu target. Porque no vale "cualquiera". Tienes que saber a quién te diriges y, sobre todo, a quién no... porque como dice el refrán "quién mucho abarca poco aprieta", o en otras palabras, dirigirte a "todos" te hace débil e impersonal.

Querida "marca", querida "mujer"... hasta que no estás segura de todo ello... hasta entonces no te empoderas, ni transmites autoridad, reconocimiento o visibilidad.



Por tanto, busquemos siempre la esencia. Dejemos de ser "infieles" a nosotros mismos por la absurda creencia de que así vamos a "vender más".
Enfrentémonos a las críticas, fracasos, pérdidas, verdugos... porque de ellos aprendemos mucho más. Porque nos ayudan a conocer esa parte que nos ocultamos y que una vez la integremos con naturalidad nos hará invencibles.
Dejemos de vivir en contradicción y asumamos el riesgo de defender nuestro verdadero "yo". Aunque nos tachen de "raros", "locos", "tradicionales",, "primitivos" etc, etc, etc... las etiquetas son interminables ya que dependen del punto de vista.
Olvidémonos de los que no nos quieren y nunca nos "comprarán"... ya que esos mismos nunca serán nuestro legítimo target y si alguna vez nos consumen no sabrán apreciar nuestro valor, ni llegarán a entender nunca el mensaje.


jueves, 20 de abril de 2017

El marketing o el arte de vivir


Cuando estás ante un proyecto, recibes el briefing y te sumerges en su problemática, llega un punto que lo vives como si fuera algo tuyo. Epistemológicamente es importante ser consciente de esa parte de "ti" que puede influir ahí para poderla controlar en el análisis. Negarla es mucho más peligrosa, ya que sigues estando ahí sin poderla controlar.

Pero no me voy a meter en estas cuestiones metodológicas, la reflexión que me apetece hacer hoy es más humana.

Llevo varios proyectos en los que el "objeto" evaluado no responde a las expectativas, sea un packaging, sea una comunicación, sea un posicionamiento.


¿Qué ocurre por parte del cliente cuando llevas varias veces diciéndole que "eso" no funciona? Que por ahí no.... Pues os lo podéis imaginar: se defiende, te ataca, se desanima y, en muchas ocasiones, cambia de instituto. En resumen, muchas veces se mata al mensajero.

Y en el fondo, así es la vida... Bueno no, miento. No es que la vida sea así, es que es así como nos la han hecho ver.

Cuando tenemos que presentar los resultados de un estudio y comunicar que "lo que se ha realizado" (con todo el trabajo, implicación, ilusiones, esperanzas....) "no funciona" porque, en muchos casos, no es que no guste- eso es lo curioso-, sino que no conecta con el espíritu de la marca ni con las expectativas del target. Ahí es donde tienes que armarte de valor porque estás dando un mensaje que no se quiere escuchar, no se quiere oír y, lo más crítico, no se puede asumir. Y echamos la culpa fuera. Porque escapa a nuestro control. Porque... no entendemos que todo forma parte de un engranaje y que por muy bello que sea el "traje", puesto en ti puede parecer un mero "disfraz de carnaval" que evidencie más tus carencias que tus virtudes. Porque simplemente... "no fluye".

¿Cuál es la lectura positiva que podemos extraer de este "fracaso" para tu cliente?  Pues ante todo que la experiencia o estudio ha servido como parte de un mejor conocimiento de su marca. Que acepte con humildad la oportunidad de conectar mejor con quién es, qué es,  para entender qué quiere ser en su inevitable evolución (ya que tanto el mercado como la vida siempre está en movimiento, la estabilidad es una falacia absurda a la que sólo se aferran aquellos que tienen miedos no resueltos a vivir)...

Pero ojo, en esta inevitable evolución, una marca - como una persona - no puede dar bandazos, no puede contradecir su pasado, porque entonces muestra que "no se enorgullece de sí misma", que no ha acumulado experiencia, sino años.  Una marca que rompe su identidad se vive como débil. Una marca que quiere "agradar a todos", al final no agrada a ninguno. Al final sólo se compra por precio. Al final es un triste fantasma de lo que fue y nunca jamás volverá a ser.

Y en la vida es lo mismo. En las relaciones pasa igual: como no te conozcas a ti mismo primero, como no sepas bien lo que quieres, quién eres, qué buscas.... irás perdido. Cuando asumas con valentía que tú eres eso y no tienes que agradar a nadie, porque eso te debilita, porque eso no es lo que eres, porque no vale la pena... hasta entonces no vas a tener un "fuerte posicionamiento" en la vida.



Duele menos cuando ves tu vida en términos de marketing, porque te alejas del ego y del sentimiento. Y a la inversa, cuando utilizas tu vida como aprendizaje de marketing, le aportas cordura y sentido al mismo.

Por tanto, en esta retroalimentación entre el marketing y la vida personal puede haber unas claves  resumidas en:

1) Conoce bien quién eres, entra en tus puntos fuertes, pero sobre todo enfréntate a tus puntos débiles (o a tus sombras). Es importante ser valiente para poder trascenderlas. Hay grandes ejemplos de marcas que de sus debilidades hacen sus virtudes y ello se traduce en términos de valentía, fuerza y honestidad, grandes valores, señores y señoras.



2) Una vez te conoces, sé fiel a ti mismo. No cambies quién eres porque el mercado va en otra dirección, mira cómo encajar pero desde quién eres tú, desde tus puntos fuertes y no desde lo que nunca has sido. Porque para agradar primero te tienes que confiar en ti, en quererte y estar seguro de quién eres.  Porque cuando cambias por el otro (sea una persona o sea un target amplio) estamos mostrando nuestras debilidades, nos proyectamos como un ser/ producto defectuoso. Error. Además error de esos que el tiempo te planta en la cara como una bofetada, para que te des bien cuenta de que "por ahí no".


3) Para evolucionar es fundamental aprender de los "errores", no te quedes en ese pozo desde el dolor. La vida no es encontrar una estabilidad, la vida es mantenerla pese a los baches del camino, porque si no aceptamos ésto, por miedo a sufrir nos quedaremos en un bache, y no evolucionaremos nunca.

4) Si algo no fluye; rompe y empieza de nuevo. Vuelve a conectar con la esencia, tómate un tiempo, transmuta el dolor/ frustración de eso que no funciona. Si has estado trabajando años en un cambio de imagen de marca y no sale bien, aprovecha el aprendizaje, aprovecha ese estímulo y no te quedes en la sensación de fracaso, ni culpes al que te abre los ojos. De esos "fracasos" han surgido grandes mejoras cuando el cliente está abierto y sabe transmutar la frustración.


Los fracasos, rupturas, "hostias", palos, las farsas, los engaños, los desprecios.... los interpretamos como negativos y no es hasta que no cerramos el aprendizaje que vemos que simplemente era una oportunidad para enterarte de quién eres, de qué tienes que hacer. Y no por frenarnos a la vida vamos a evitar tener más dolor. Porque si nosotros no nos movemos de nuestra zona de confort, la vida, la evolución, el mercado... o las fuerzas del universo (cada uno con su creencia) te "pega un meneo", te derriba todo tu castillo de naipes y te muestra que no has entendido nada de nada. Ni, por tanto, nada del marketing.



P.D. un consejo, la lectura de este texto está pensada para que se haga "hacia adentro"... si nos parece fácil hacer este tipo de lectura, probablemente es que no lo habremos conseguido, porque sólo si se hace "hacia adentro" es cuando nos cuesta, nos resistimos y nos duele.


viernes, 30 de diciembre de 2016

La muerte de la Navidad

Existen dos actitudes fundamentales ante la Navidad:

  • Por un lado están aquellos que se tiñen hasta las pestañas del espíritu navideño.
  • Por otro lado estamos los Grinch - como despectivamente nos denominan-. Aquellos que detestamos estas fechas porque de algún modo sabemos que van a ser días duros, de introspección, de recuerdos. Días en los que - más que nunca - aterriza en tu conciencia ese implacable sentimiento de soledad.


Claro que luego están los pasotas, escépticos, etc. pero estos no cuentan a la hora de establecer perfiles ya que la época del año no afecta a su comportamiento.


Estas Navidades debo reconocer que han sido quizá de las más duras que he tenido a lo largo de mis años y no lo puedo atribuir a nadie, ni a las circunstancias - todo lo contrario -, sino a ese sentimiento profundo que surge cuando te das cuenta de la soledad del ser. Algo que se evidencia en la Navidad: para unos la unión familiar, las celebraciones de empresa, la fiestas con amigos... para otros la soledad. 



Y es que en Navidad, realmente, no puedes contar con nadie, no nos engañemos. Es una época donde la familia tiene que estar unida - aunque se odien a muerte - y donde hay celebrar con los jefes o equipo, porque toca.  Y donde todos tenemos buenas intenciones que a la hora de la verdad se frustran.

Pero qué ocurre cuando de cada vez más falta gente de tu familia. ¿Qué ocurre si en esa mesa de Navidad la familia se reduce a 3?  ¿qué ocurre si encima eres autónoma y no tienes cena de empresa? ¿qué ocurre con la gente que se separa y debe compartir a los niños en estas fechas - que de cada vez somos más -?
Es evidente: emerge un sentimiento devastador de soledad. Una soledad que se tiñe de añoranza por las sillas vacías que rodean la mesa. Y que - pese a sentirnos bien y unidos en familia -, nos muestra una devastadora y cruda realidad.

¡Pero ay! no seas negativa, mujer. Con lo bonito que es el espíritu navideño - dicen los forofos en cuanto amenzasa su querida Navidad -. Si todos somos más generosos y mejores personas en Navidad. Además, es tiempo de recordar, tiempo de sentir como eran las Navidades de nuestra infancia. Es tiempo de felicitar.

Felicitar la Navidad, jajajajaja. Esa es otra de las buenas. Yo creo que cada vez que respondo a un whatsapp de estos de felicitación navideña crujo los dientes por lo frío y falso que lo siento. Felicitar... ¿la Navidad? ¿qué exactamente? ¿que tengo días de vacaciones pero no puedo ir a la playa? ¿que tengo que comprar regalos porque luego en el colegio los niños hacen competiciones de "quién da más"? Y si no siento ese espíritu navideño ¿también debo decir "Feliz Navidad"? 
Lo siento, me cuesta ser hipócrita, aunque sigo el juego porque si no te llaman friki, rara, amargada... así, etiquetando tu actitud sin pensar nada... tan fácil, sin entender nada de ti.



Y cada vez que recibo un whatsapp añoro esas pequeñas postales que recibía - entonces con ilusión - en el buzón de casa o que nos intercambiábamos con mis amigos en el colegio. Creo que aún las guardo. Eso sí era Navidad. Eso era calor humano: escritas a mano, para ti... y no reenviadas masivamente a toda mi lista de contactos.

En el fondo... hasta llego a pensar que me gustaba la Navidad, cuando no era fria, cuando no sentía la devastadora soledad, cuando no era consciente de la maquinaria comercial en la que nos vemos inmersos. Tercer terrible aspecto que está asesinando al espíritu navideño: las compras compulsivas.

Tenemos que comprar para cumplir. Ya no regalamos sueños, ya ni sabemos cuáles son los sueños de nadie. Estamos saturados. Hasta los niños están saturados. Los míos, cuando ven Boing - o los anuncios de Boing - se tiran todo el rato diciendo: "¿¿me comprarás esto, me comprarás lo otro...??" Me lo piden absolutamente todo porque ya no quieren nada concreto. Porque no les ilusiona nada en especial. Porque el materialismo y la saturación les ha aplastado el juicio.

Pero tienes que elegir, comprar uno o dos de los quinientos objetos inútiles que te han pedido. Así, con este espíritu navideño hice la intentona de ir a comprar un regalo para los Reyes en un centro de estos masivo. Me bloqueé. No sabía dónde mirar. Estímulos, estímulos... gente, ruido, codazos, prisas...Obligación. Presión. Y me dije: ¡basta! No voy a hacer un regalo fruto del estrés. No voy a hacer un regalo estúpido que acumule polvo. Un regalo innecesario.


En el fondo estamos ante la pérdida del sentido original del regalo. Un regalo de Navidad era algo que hacía ilusión, y durante mucho tiempo también era algo fruto de la necesidad. Y ahora ¿qué es? ¿en qué se ha convertido? En algo puramente material. Ya no hay apenas nada de magia... hay saturación, obligación, materialismo... Hemos asesinado la ilusión de los regalos de Navidad.

¿Qué nos queda por repasar del tan famoso espíritu navideño? Ah bueno, que debes estar feliz, claro. No me seas una amargada como el señor Scrooge o el Grinch... personajes que se han creado para defender a capa y espada el espíritu Navideño... 
Pero... ¿qué espíritu, señores? ¿qué espíritu Navideño si no queda nada? ¿o acaso la gente sabe que está celebrando en nacimiento de Cristo? Porque con tanto mix de tradiciones muchas consideran que lo que celebran es el nacimiento de Papá Noel... no nos engañemos.




Y vuelta a esa soledad. Esa terrible sensación de que cada año que pasa avanzamos hacia esa silla vacía. 

Puede que a fin de cuentas de la Navidad -y el fin de año - sólo quede el ejercicio obligado de reflexionar, ya que hemos erradicado el resto de atributos originales. En tal caso, si sirve para reflexionar, mi reflexión no hace sino avivar este mismo sentimiento porque... ¡cuánta falta de empatía hay en esta sociedad! ¡cuánto egoísmo! Caminamos hacia esa frialdad de los whatsapps de manera imparable. Me da pavor y me hace sentir aún más esa soledad. Ese sentirme dentro del tejido social pero en soledad, porque cada uno va a la suya. Y así parece que debes actuar, para no esperar nada de nadie, ni de ti misma.

La Navidad - tal y como yo la recordaba - ha muerto. La Navidad que hoy vivo es pura fachada de la que no puedo escapar porque está ahí, mire por donde mire, para recordarme que es un monstruo del que no hay escapatoria.

Y somos muchos los que pensamos así y yo me pregunto: en un mundo con tantas alternativas.... ¿a nadie se le ha ocurrido crear un REFUGIO ANTI-NAVIDAD? porque yo me apuntaría. De hecho cada año digo que al año siguiente me voy a alguna isla donde haga calor durante esa etapa de Navidad en la que ni tengo a mis niños... 



Voy a empezar a ahorrar para el año siguiente... Con gran deseo de vivir sola ese momento pero nunca, nunca, nunca más sentir esa devastadora soledad.


jueves, 31 de diciembre de 2015

El verdadero arte de regalar

Foto de un catálogo de Versace. Una imagen que
tenía en la cabecera de mi cama, que me daba fuerza
y que perdí en mis
traslados pero que hace poco recuperé, sin buscar. Un regalo para mí.

"Deja ir aquello que se ha ido.
Deja ir aquello que se perdió.
Deja ir aquello que aún no está pasando.
Lo que sucedió en el pasado y lo que sucederá en el futuro,
sólo existe en tu mente (...)
Deja en paz aquello que no ha llegado aún.
No desees nada, y abraza todo"

YOGI AMRIT DESAI


Me encuentro haciendo una breve reflexión involuntaria en esta época de cierre simbólico.
La Navidad, el Fin de Año y el propio invierno como etapa en la que la naturaleza se sumerge y entra en un lento letargo. Donde mueren las hojas y los árboles se quedan desnudos, con ramas solitarias.

Y por otro lado son unos días de frenética intensidad y actividad social, familiar. Días en los que las tiendas están "a tope", donde las luces no descansan ni de noche, donde la comida y los dulces inundan mesas, neveras y, tristemente, bolsas de la basura.

Son días de opulencia.... días de excesos... o incluso días de sacrificios. 


Son días en los que, además, cobra un rol importante el "regalar". 
Y es cuando pienso en  "regalos" que me doy cuenta de que cada vez necesito menos "cosas". O quizá no es esa la cuestión, es más que no siento ese "deseo" por un objeto (jersey, pantalón, pendientes...) como igual lo sentía hace 10 años. No es que no me gusten los regalos. Es que el significado del regalo ha cambiado para mí... y para mucha otra gente con la que hablo.


Pensemos en la diferencia que existe entre la cara de un niño y la cara de un adulto al recibir un regalo:
- Un niño tiene la ilusión del regalo. No entiende de las presiones, de las prisas, del agobio económico...
- Un adulto se ve presionado por la obligación de regalar tantas veces que ha perdido la espontaneidad en el regalo. Ha perdido la belleza del regalo. Ha dejado muy atrás la magia de la emoción que envuelve dichos regalos.

Leí hace poso esa preciosa frase de que "el verdadero regalo son las manos que lo dan". Gran insight. Y... ¿a quién no le ha pasado? Recibir un regalo sorpresa de una amiga y ser tan grande la emoción, la sorpresa que a veces tardas en abrir el paquete... porque en el fondo es lo que menos importa. Lo más importante es que alguien te haya tenido en cuenta, que haya pensado en tí, que haya querido demostrarte su cariño con un "gesto"... Y es un simple gesto muchas veces. Es algo muy fácil y sencillo. Sólo hay que pensar.

Sin embargo -y más en estas épocas donde el regalo es una obligación social y moral - el regalar se vive con presión. Muchas veces como un acto cuantitativo (cuantos más regalos mejor, cuanto más grande la caja mejor, cuanto más me he gastado más quiero a la persona...).  

Y encima, llegamos a tal punto que "no sabemos qué regalar porque tiene de todo". Decidme, ¿cuántas veces no habéis dicho u oído esta frase? Y guarda un tremendo aprendizaje, guarda un enorme significado:
  • Por un lado estamos asociando al regalo con "algo que no se debe de tener". Por tanto algo que cubre una carencia.
  • Por otro lado se pone de manifiesto un punto de saturación "tenerlo todo", con lo cual la parte de "sorpresa" del regalo se pierde o puede incluso crear frustraciones (si ya está repetido).
En este sentido se oyen ya muchas voces que tratan de reducir los regalos a los niños. Niños que se vuelven consentidos, niños que ya no valoran el regalo sino la cantidad. Niños a los que les preguntas qué les han regalado los Reyes y no saben ni responder... porque ni siquiera se acuerdan de todo.

Saturación. Saturación de estímulos en los anuncios, en los catálogos de juguetes que parecen verdaderas biblias. Saturación que tiene como posibles consecuencias el bloqueo o la simplificación: volver a lo básico... Aunque, ¿dónde quedó lo básico? 

Cuanto más pienso, más siento que hemos perdido el norte. Hemos perdido el significado emocional del regalo y nos hemos quedado con el significado social: ese "objeto" que expresa la reciprocidad, ese "objeto" que "debe estar" para "mostrar" interés en la relación afectiva con la otra persona.
Ese "objeto" que se acumula en montañas olvidadas en un rincón del hogar, acumulando polvo en numerosas ocasiones.... Esos objetos que sólo cuando hacemos una mudanza volvemos a ver y es entonces cuando pensamos: "¿para qué quería yo esto?"; sin saber qué responder.

En este sentido también empiezan a o irse voces de la idea del "desprenderse".

Desprenderse...  Liberarse... Dejar ir...  Son palabras que resuenan como el eco en las redes sociales, son teorías que han dado lugar a libros como el de la japonesa Marie Kondo "The Life-Changing Magic of Tidying Up", en numerosas charlas de pedagogía para afrontar la falta de interés de los niños en las clases (debido a la saturación de estímulos a la que se ven expuestos).



Desprenderse no sólo de objetos inútiles que regalamos o nos regalan. "Desprenderse" como tendencia holística dentro de un mundo saturado de objetos materiales, nuevos o versionados.

Desprenderse para, sólo así, poder entender el "encanto natural" de lo simple, de lo espontáneo, de que el mejor regalo no es el planificado, el obligado... sino el que sale del "alma".

Y llegado a este punto no puedo sino hacer mención a una amiga o compañera de viaje que hace una incalculable labor en este terreno. Hace poco, hablando con ella, me di cuenta de todo esto que estoy escribiendo. Entendí que cuando llegamos a una edad donde hemos dejado atrás la inocencia, el mejor regalo es "ese recuerdo" que igual luego se materializa en un objeto, pero donde el objeto es lo anecdótico.

Olabautyu crea experiencias memorables... ¿qué mejor regalo que una emoción? ¿qué mejor regalo que una historia donde la persona homenajeada es la protagonista? Sin importar cuándo, sin importar qué objeto sea el regalo que guíe la historia... porque precisamente el protagonista debe ser la persona y no el objeto. Ese es el cambio de perspectiva al que me gustaría que llegáramos.

Sólo hay que oír a las personas que queremos. Sólo tenemos que escuchar sus historias. Por ejemplo, esas "botas de agua" que siempre quisiste tener de pequeña, "ese Scalextric" que no te compraron porque eras una niña... El objeto es la excusa, es el símbolo. La historia, la emoción, la palabra, el gesto, el tiempo invertido... ese es el verdadero regalo.

Lydia es capaz de recrear esa magia. Es capaz de ayudarnos a "regalar" mejor. A "regalar" emociones. Y es sólo un ejemplo que  espero que abra tendencia para que nos volvamos más humanos, menos fríos... Y para que entendamos que la magia existe. De igual modo que existen las cosquillas, las lágrimas y las risas.



Feliz 2016.
Happy Today

Otro regalo que guardo y que encontramos por casualidad:
un papel en el que mi abuela había escrito mi número de Madrid
al lado de mi nombre... Lo recorté y ahora me acompaña
siempre en mi cartera... Uno de mis mayores tesoros

domingo, 27 de septiembre de 2015

Contagio emocional


Era la cuarta vez que ponía el mismo anuncio en un grupo de discusión pero la reacción de las participantes fue distinta.

Sin saber porqué empecé a notar cómo se me erizaba el vello. Empecé a sentir que o me autocontrolaba o se escaparía alguna lágrima rebelde de mis ojos. Y eso no lo puede hacer un buen moderador.

Lo notaba en el ambiente, en mi piel, pero necesitaba confirmación por parte de esas mujeres con las que estaba compartiendo ese momento que  nos había proporcionado un spot de TV: "¿qué habéis sentido?" les dije. Y entonces me confirmaron que habían sentido cómo la emoción les embargaba, cómo la mujer del anuncio, junto con la música, las arrastraba de manera irremediable a sentir su propia fuerza interna, su lucha, su valía.... A reconocerse como mujeres poderosas. A quererse.

Eso es conexión emocional y lo mejor... se siente bajo la piel, se contagia.



Desde ese momento no paro de pensar en varias cosas... Varias cosas que se me agolpan y no sé si podré poner en orden en mi cabeza.

Primero de todo pensé en Inma, mi jefa, mentora y amiga. Cuando yo empezaba a trabajar en Research International me enfrenté a mi primer caso de reacción que denomino de "encefalograma plano" ante una comunicación. Recuerdo que evaluaba publicidad de tabaco y el grupo se tornó monosílabo, aburrido... y la energía bajó. Los que moderamos grupos sabemos que esta situación te complica mucho una reunión porque lo que necesitas es que la gente hable, comente, exprese su opinión  (independientemente de que sea  positiva o negativa), con lo cual si se te "callan" !estás muerta!.
Inma seguía tras el espejo el grupo y cuando acabé me dio uno de los mejores consejos de mi vida: si ves que no reaccionan enfréntate a ellos, pregúntales ¿qué os pasa? Si sientes que no les dice nada la comunicación, expresa lo que sientes, diles "os noto fríos, ¿es así?"  De este modo les puedes hacer reaccionar ante su propia reacción.
Magnífico consejo para ponerle voz a esas "emociones" que se callan y no se "ven" al no ser verbalizadas.

Pero más allá del plano puramente profesional, pensé en la - llamémosle magia - de sentir esas energías o emociones.



Con este estudio he tenido la posibilidad de sentirlas de un modo casi tangible:

1) Un mismo anuncio, por tanto, un mismo estímulo.

2) Diferentes reacciones que antes de ser expresadas en voz alta (porque tenían que escribir sus impresiones en papel) me hacían sentir a  mi misma, frente a esas mujeres de manera diferente. Me hacía intuir el grado de entusiasmo.... estando de espaldas a ellas.... sin mirarlas y lo sentía. No os podéis imaginar cómo se siente.

Un mismo anuncio y en uno de los grupos la conexión era tan baja que casi me entraron ganas de acabar la reunión en ese momento (de la baja energía y apatía que se desprendía), mientras que en otro grupo me entró una emoción y un optimismo tan maravilloso que me tuve que bajar las mangas del jersey....

¿No os parece increíble?

¿No os parece maravillosa la energía humana?

¿No creéis que deberíamos escuchar más lo que sentimos? Llámese "corazonada", llámese "instinto"... Todo aquello "intangible" que sentimos... y no expresamos. Que dada nuestra racionalidad necesitamos contrastar para estar seguros de lo que hemos sentido (sobre todo en investigación).
Fotografía: Heather Evans Smith

Supongo que en el fondo es lo que me decía siempre mi abuela. Lo que también me dijo la última vez que la vi: "escucha tu corazón". Bien... ahora he "contrastado empíricamente" que mi "corazón" tiene voz. Ahora empiezo a empezar a entenderlo y a escucharlo.